Soy médico y psicoanalista.
Definirse así hoy en día puede sonar a osadía, porque probablemente estarán al tanto de un asunto que desde hace tiempo flota en el aire y que podríamos formular así: ¿qué sentido tiene el psicoanálisis en pleno siglo XXI, era de las neurociencias y de la tecno medicina?
Seguramente si consultan a los profesionales de la salud del sistema sanitario se encontrarán con una respuesta generalizada de desdén si no de rechazo. Ya saben, las críticas habituales sobre que si no es científico, o si está trasnochado, que se dedica a darle vueltas a la cabeza, al sexo o a la infancia, y claro, que si es muy largo y por supuesto, muy caro.
Debatir sobre la científicidad del psicoanálisis es un tema epistemológicamente apasionante pero que no es éste el lugar para abordarlo. Simplemente les diré que el objeto que trata, el alma, o si prefieren, la psique emocional, o ya puestos, el inconsciente, no se presta bien a tests, a Tacs, ni a cualquier sofisticada metría.
A lo que atiende el psicoanálisis es a la subjetividad, algo que no hay que confundir con el comportamiento o la conducta. No tratamos de corregir o modificar conductas, no damos pautas ni encomendamos tareas, ni descartamos que esas técnicas tengan su valor o su eficacia, pero el psicoanálisis apunta a otro lado.
Si el síntoma es el punto de partida, el que trae al paciente a la consulta, a la manera del modelo médico tradicional, no haremos de la medicación nuestra herramienta, tarea que si es precisa dejamos en manos del psiquiatra, sino que atenderemos al paciente escuchando el relato de su malestar, porque es en ese relato dónde vamos a encontrar las pistas de su enfermar.
Porque el malestar psíquico es la expresión de un malestar emocional, y el malestar emocional la expresión de un conflicto relacional no tramitado adecuadamente.
La exploración e investigación de esos conflictos a menudo rechazados de la conciencia del paciente va a ser un trabajo arduo y laborioso que llevará tiempo. ¿Cuánto? Depende de cada uno y su historia personal. Y es ese recorrido apalabrado por la historia de uno mismo en busca de sí mismo lo que constituirá un análisis y convertirá en analizante al paciente inicial.
Elucidar las causas y tomar conciencia de qué tiene uno que ver con su malestar es el camino de salida de ese sufrimiento estancado y estéril, porque el saber uno de su deseo y sus extravíos le va a permitir elegir mejor qué hacer con su vida y vivirla de forma más satisfactoria, más libre, más en paz.
Así que si siguieron mi presentación hasta aquí, comprenderán que no tiene mucho sentido que haga una lista kilométrica de los problemas, trastornos o disfunciones que trato. Son las mil caras del síntoma, variaciones mil de un núcleo común trastocado, desorganizado, desnortado.
Y es por eso que a menudo denomino a mi hacer psicoanálisis brujular, pues procuro propiciar el acceso a una suerte de brújula psíquica que le ayude a uno, vagamundo errante, a transitar la incertidumbre.
1 comentario
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Estoy leyendo el «Manual…» y me parece una maravilla. Es por ello que he buscado este blog al que me he suscrito para ir siguiendo todo cuanto publique porque, estoy seguro, será apasionante. Gracias.